- Aquí las deudas se pagan con la suerte - me dijo
Nunca he sido supersticiosa. En mi vida sólo he tenido dos vicios, uno de ellos, el riesgo.
El mensaje dejaba clara la imposibilidad de no presentarse, así que, me preparé para la que podía ser mi ultima oportunidad. Para la ocasión, zapatos de tacón de aguja, carmín color rubí y pestañas postizas.
Una vez sentada, cerré los ojos y presioné el cañón del revólver contra mi sien.
Sólo fui capaz de recordar a mi madre y cerrar el puño de mi mano izquierda con todas mis fuerzas.
Sólo fui capaz de recordar a mi madre y cerrar el puño de mi mano izquierda con todas mis fuerzas.
El tambor ya había girado sobre su eje aquella noche, así que, la suerte podía colocar en posición de disparo una recámara cargada o no.